Rozadas (2006) define a la contaminación visual como el abuso de ciertos
elementos “no arquitectónicos” que alteran la estética, la imagen del paisaje
rural o urbano ya que es un cambio o desequilibrio en el paisaje, ya
sea natural o artificial, afectan las condiciones de vida y las funciones
vitales de los seres vivientes.
La estética del exterior de las edificaciones afecta las respuestas
evaluativas y afectivas de las personas ante el paisaje urbano. Asimismo,
Ulrich (citado en Maguire et al., 1997), demostró que el deterioro visual de
las carreteras incrementa el estrés y reduce la habilidad para resolver
problemas.
Los cambios o desequilibrios del paisaje natural o artificial no son
sólo un problema estético. La contaminación visual, puede afectar la salud
psicofísica, la conducta humana y en consecuencia la calidad de vida,
dependiendo de la vulnerabilidad de la persona; la sobre estimulación produce
estrés por sobrecarga informativa y fatiga cognoscitiva (Hess, 2006; 2007).
Cuando una imagen supera el máximo de
información que el cerebro puede asimilar, se produce estrés visual y las
reacciones psicofísicas se ven alteradas, la percepción se vuelve caótica y la
lectura ordenada del paisaje se hace imposible.

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